Las esferas de la conciencia - reseña crítica

Este libro explora la naturaleza de la conciencia humana. Es una búsqueda que atraviesa las necesidades más cotidianas hasta alcanzar un encuentro con la esencia de la vida misma. El principal objetivo de este libro es intentar ayudar a los lectores a aprovechar al máximo la experiencia de vivir ampliando la conciencia y conociendo sus tres esferas. Con una combinación de reflexiones teóricas y ejemplos prácticos, esta es una oportunidad para comprenderse mejor a sí mismos, fortalecer sus relaciones interpersonales y a adaptarse con éxito al entorno que los rodea, ¿te animas?

Aspectos de la conciencia

Podría decirse que aquello que habilita la pregunta acerca de ¿qué es la conciencia? es la misma conciencia. Si bien no se conocen con exactitud los caminos que recorren el plano sensitivo, el plano mental y el plano nervioso para alcanzar los distintos estados de la conciencia; sí se sabe que son las células nerviosas, mediante conexiones eléctricas las que permiten que aquello se convierta en un concepto o idea en el plano consciente.

La mente posee una parte superior, compuesta por facultades elevadas, donde se encuentran la imaginación, la intuición y la espiritualidad; pero también cuenta con una parte inferior, que está ligada a secciones más oscuras, como el apego, los temores y aquellas emociones que subyacen en las acciones y pensamientos. Liberados del deseo en sus formas más groseras, es factible ascender hacia las regiones de las ideas más puras, de los más abstractos razonamientos y de las percepciones más directas. Allí, existe la posibilidad de ser influenciados por las emanaciones arquetípicas de lo bello, lo bueno, lo justo y lo verdadero.

A su vez, existen otras variables, como el tiempo: presenta en su recorrido aparentemente lineal de pasado-presente-futuro, y marcha siempre hacia adelante sin mirar nunca atrás. Sin embargo, desde el nacimiento hasta la muerte, cada etapa de la vida genera un nuevo ciclo para la conciencia.

Asimismo, es preciso observar el espacio. Hasta lo que se conoce, el espacio es movimiento permanente y circular. La mente también puede ser concebida como una esfera y considerar un mismo asunto desde diferentes perspectivas. No hay forma de ser o de actuar que no esté condicionada por su tiempo y espacio determinado, la conciencia humana surge del contacto de la mente con el tiempo y el espacio, que abre preguntas sobre su camino presente, pasado y futuro.

La conciencia humana no es un fenómeno unitario, sino que puede dividirse en diferentes niveles o esferas, cada una con sus propias características y dinámicas.

El desarrollo de la conciencia

Del contacto y del impacto entre cosas diferentes surge la conciencia. El encuentro con lo diferente hace tomar conciencia de la existencia de “lo otro” y los puntos en común que se tienen con esa experiencia ajena. Se trata de un punto de comprensión mutua. Se entiende así que las dualidades son mundos complementarios porque en el mundo manifestado no existen los elementos absolutamente puros.

En esa dualidad surge también la resistencia del medio en que un lado y otro se desenvuelven para tomar conciencia de su propia existencia, su diferencia con otros y su posición en el mundo. En ese encuentro, esa oposición, también surgen los progresos personales, las motivaciones y la consolidación de las metas tanto personales como colectivas.

Todos estos aspectos constituyen el desarrollo de la conciencia, lo que permite las emociones, las acciones, las decisiones y los deseos. Todo impulso por obrar hacia el bien, hacia lo deseable y lo saludable, será también una lucha inevitable contra las sombras del mal. Este camino no solo es positivo por sí mismo, sino que además conduce al individuo hacia la realización propia. Esto es la conversión en acto de toda la potencialidad que una persona lleva dentro.

El tiempo y el espacio son armas de doble filo. Pueden expandir los horizontes tanto como limitarlos. Ahora bien, tomar conciencia de las limitaciones es necesario para ampliar la conciencia. Conocer esas paredes permitirá ensanchar los límites, hacerlos retroceder para poder avanzar en el terreno de la sabiduría. Las limitaciones cobran realidad cuando se encuentran cerca de ese tope o impedimento que frena el avance. La lucha interna permanente es el estado propio de la frontera de la conciencia. El encuentro con los límites y el posterior esfuerzo por ampliarlos permite superar las limitaciones y expandir la conciencia.

Para volverse personas más elevadas y más profundas es necesario conectar con el eje de la conciencia, que vincula la mente con el corazón, la imaginación con la intuición. Esta expansión permite tener una visión por encima de lo corriente, conecta esa relación causa-efecto y desarrolla un vínculo directo con lo bueno y lo bello de cada situación. 

Yo: primera esfera

La primera esfera de la conciencia que desarrollamos es la esfera del Yo. Es la más cercana, la primera que se despierta y activa los instintos de conservación y, luego, de reproducción. Demuestra cómo se percibe tanto la propia identidad, las emociones, pensamientos y deseos, que son el motor de la autoconciencia y la autorreflexión en el desarrollo personal.

Se trata de la conciencia del existir en el tiempo y en el espacio que perdura durante toda la vida. Es, básicamente, la seguridad de estar vivo. Es una especie de iniciación en el mundo del pensamiento, y una observación continua del espacio exterior e interior; es decir, el pilar filosófico de la vida que habilita las preguntas que abren búsquedas y nuevos caminos. 

Según el concepto filosófico, el Yo es ese Principio Creador, ordenador, modelador e inspirador de la vida que está al alcance de cada ser humano. Se empieza a conocer en la infancia temprana, con las primeras exploraciones infantiles de autoconocimiento como individuos separados de la madre.

Es un saber que parece ser inalcanzable, pero que conecta a cada persona con sus mejores y peores versiones. La conciencia de la existencia de un Yo va acompañada de la conciencia de que se está dentro de un espacio y un tiempo que se mueven, y el Yo se mueve con ellos.

Ahí crecen temas profundos y sensibles como la percepción, la duda, el misterio, el concepto de dignidad, la búsqueda del deseo y su satisfacción, la capacidad de afrontar la crisis y el dolor. Es en esta esfera donde se desarrolla la autoaceptación, el autocuidado, la autoimagen, el pensamiento y una conciencia saludable de la propia identidad.

Además, examina cómo nuestra percepción del yo influye en nuestras interacciones con los demás y en nuestra comprensión del mundo que nos rodea. El autor ofrece ejercicios prácticos para cultivar una mayor conciencia del yo, como la meditación, la autoobservación y la reflexión introspectiva. Estos ejercicios están diseñados para ayudar a explorar la propia identidad, comprender las motivaciones y deseos, y cultivar una mayor autenticidad y bienestar personal. 

Los demás: segunda esfera

La segunda esfera es donde se profundiza la dinámica de las relaciones sociales y su influencia en la conciencia personal. Es en esta instancia donde se percibe la otredad y se habilitan los vínculos con los demás. Esto no sería posible sin el desarrollo de la empatía y la comunicación, que también suceden en este ámbito.

Esa conciencia de la existencia de los demás se desarrolla a lo largo de la vida, desde las primeras interacciones con la familia, la escolaridad y los cuidadores hasta las relaciones interpersonales más complejas en la adultez. Destaca la importancia de la comprensión de la diversidad y la aceptación de las diferencias en la construcción de relaciones saludables y enriquecedoras.

Nuestras interacciones con los demás afectan nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo que nos rodea, y estas relaciones pueden influir en nuestro bienestar emocional y mental. Además, el libro ofrece sugerencias prácticas para mejorar nuestras habilidades sociales y fortalecer la conexión con el mundo exterior.

Cada persona tiene en su poder la capacidad de reflexionar y decidir qué tipo de conciencia quiere desarrollar y cómo influirá en las acciones y decisiones que la conectan con otros.

Cuando se vive en un mundo desconcertante y consumista, aprender a convivir es un desafío en sí mismo. Sin embargo, en este contexto mayormente democrático también es importante aprender a vivir en igualdad y libertad. La libertad debe poder aplicarse en el terreno físico, mental, emocional y funcional de cada acción humana. La filosofía y la educación son caminos posibles para alcanzarla.

La libertad es una herramienta que amplía la conciencia, pero también es una sensación, trae felicidad. Es algo que se puede entender y sentir al mismo tiempo. Para la filosofía acropolitana, la libertad es un medio para recorrer el camino de la evolución ascendente hacia la realización humana, que consiste en entender las leyes de la naturaleza, vivir de acuerdo con ellas y despertar los poderes latentes que se atesoran dentro de cada persona. La libertad y la justicia son la clave para una buena convivencia con uno mismo y con los demás.

El mundo: tercera esfera    

La tercera esfera de la conciencia está relacionada con el mundo en el que el individuo habita. En algún momento de la vida se toma noción de la pertenencia individual a algo grande: el género humano. Uno es inevitablemente similar a otros, convive y comparte las mismas posibilidades con otros seres y cuenta con las mismas condiciones que el resto de la humanidad para muchas cosas.

Las dos grandes limitaciones humanas son el tiempo y las facultades de la mente. Si se aprovecha de manera eficaz el tiempo y se trabaja con profundidad en el desarrollo de la mente, es posible obtener los mejores resultados posibles en el presente y en la proyección a futuro. La mente, en contacto con el tiempo y con el espacio, puede entender la dirección que sigue la vida porque ella transcurre dentro del tiempo y del espacio.

Si no se pone atención al lenguaje y, por ende, a los símbolos de la realidad, no será posible una buena comunicación con los demás. La conexión con otros es la mejor manera de entender que existe una multiplicidad de realidades tan grande como personas en el mundo. Hay que contar con los símbolos, porque son las llaves que abren determinadas puertas de la conciencia.

El sentido y la dirección de la vida se puede determinar con estos dos aspectos, tal como un artista puede tallar un tronco. Tratar de penetrar en los enigmas de la vida y resolver sus misterios es una de las aspiraciones humanas que más pueden dignificar, en la medida en que las fuerzas que se desarrollan se inclinan por un mayor respeto por la dignidad humana y por todas las demás criaturas.

Los filósofos acropolitanos buscan profundidad y elevación en su conciencia. Nunca detienen el proceso de expansión. Por eso es preciso medir la profundidad temporal y la elevación espiritual como vías para mejorar el vínculo con el propio interior, con la realidad y con su comprensión del mundo. A medida que se avanza en el mejoramiento del yo interno, se obtiene una mayor comprensión de los demás y de su parte en el mundo.

El hecho de que hoy en día miles de personas sufran de hambre, frío y pobreza se debe a que la humanidad aún no ha desarrollado al 100% las posibilidades de la mente. Es por eso que se precisan de las preguntas existenciales de la filosofía, que buscan responder esas cuestiones que aún no tienen respuestas racionales.

El desarrollo humano y la filosofía

La vida tiene una realidad que se divide en una cara objetiva y en una cara subjetiva. Es en parte objetiva, y puede ser comprendida por lo que se determina como la mente analítica. Pero también tiene una parte subjetiva que puede ser asimilada por la mente intuitiva. Así se puede determinar y profundizar el sentido de la vida y guiarla hacia la dignidad. Para responder al porqué del sentido de la vida, hay que entrar en la parte subjetiva de la realidad. Para entender el movimiento interno de la vida hay que entrar en ella.

El conocimiento objetivo tiene límites bien determinados, por lo que cada persona necesita del conocimiento subjetivo, que también compone la realidad. La vida se desplaza hacia arriba y hacia adelante, desde el punto de vista subjetivo y objetivo de cada Yo, se dilata y se contrae como un corazón para expandirse y fortalecerse.

Es preciso considerar que cada acontecimiento es importante, necesita del valor de cada individuo y transmite una enseñanza justa; es justo aceptar que se ha nacido en el tiempo y el lugar adecuado, o que la vida ha elegido ese lugar donde cada persona debe tratar de ser feliz con las pequeñas cosas. Se trata de entender que en la vida no hay premios ni castigos, regalos o mala suerte, sino leyes inexorables que marcan el devenir de los acontecimientos. 

Para entrar en el sentido de la vida, tiene que cobrar la importancia correcta cada escalón en el camino ascendente. El objetivo último de la existencia es un misterio al que la filosofía aún trata de descifrar, pero no lo es el porqué de cada grado intermedio. No sabemos qué hay detrás de la muerte, pero sabemos los desafíos y variables que podemos encontrar en cada etapa de la vida.

Los cuatro grandes arquetipos que rigen la evolución humana son, según los platónicos: lo bueno, lo bello, lo justo y lo verdadero. Estos conceptos, que corresponden a antiguos filósofos, son la fuente de liberación, son los arquetipos a los que debemos acercarnos para entrar de manera consciente a lo más profundo de la vida y de la dignidad humana. Ese proceso de búsqueda de la verdad y la construcción de un camino de futuro es lo que da sentido a la vida.

Notas finales

Es sabido que las esferas de la conciencia no son solo estas tres presentadas en el libro. La búsqueda del sentido de nuestra existencia aún es infinita, existen incontables niveles y grados de profundidad. Por eso mismo resulta crucial tener conciencia de las decisiones y acciones que se toman para contemplar las consecuencias que acarrean. Es importante trabajar en comunidad para multiplicar los esfuerzos individuales y construir un futuro prometedor desde una evolución consciente. 

Consejo de 12min

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